En la antesala del juicio, en la inmediatez de ponerse en manos de una justicia retrógrada y subvencionada, se ha llevado a cabo el último piquete en defensa de nuestro compañero y militante Francisco, despedido de la empresa Constructora San José, S.A. por lo de siempre: poner en evidencia y

PIQUETE 4 DE MARZO, A “DESCONSTRUCTORA SAN JOSÉ, S.A.”

  En la antesala del juicio, en la inmediatez de ponerse en manos de una justicia retrógrada y subvencionada, se ha llevado a cabo el último piquete en defensa de nuestro compañero y militante Francisco, despedido de la empresa Constructora San José, S.A. por lo de siempre: poner en evidencia y denunciar las múltiples irregularidades en las condiciones laborales de una compañía de pistoleros, de las que se jactan de impunidad por el miedo de los curritos y la venia de sus señorías.

  Desde un contrato fraudulento, a la insalubridad de las zonas comunes y vestuarios, pasando por los favoritismos amañados de capataces hacia esquiroles o blandos de espíritu, y el acoso laboral, todas han sido etapas desenmascaradas por Francisco y por ello perseguido. A pesar de los intentos remachadores de esta empresa, en manos del sátrapa gallego Jacinto Rey, nada ha hecho mella en su resistencia. Hasta este, esperemos, final de camino en una sala de juicio el 6 de marzo, en que salga con la readmisión debajo del brazo. 

   Para recordarles que la anarcosindical se inmuta a la mínima –así de susceptibles somos-, cuando tocan a un@, y que de naturaleza hemos salido piqueter@s, dos días antes de oficiarse el juicio aparecimos una vez más ante las puertas de la empresa como diablos llamando a la buena conciencia de los pistoleros. Siete compañeros se adentraron en la larga calle poligonera, donde en ambas aceras hay una sucesión de fábricas y empresas; arrabales atroces y deprimentes, donde la mano de obra se abarata y las tropelías pasan más desapercibidas. 

  Frente a la entrada principal se plantó el piquete: despliegue de pancarta, reparto testimonial de panfletos entre el poco personal que circulaba en los aledaños, y recital megafónico del conflicto. Afortunadamente, sin el estorbo de los maderos de turno que, esta vez, no fueron avisados, y sin que ningún capataz cancerbero saliera al retortero de los gritos, la acción -ésta y las anteriores, junto al apoyo en redes de mogollón de compañeras, más todo el trabajo de campo de Francisco y abogada durante tantos meses-, quedó vista para sentencia.

  Con la desconfianza natural hacia cualquier estructura judicial, y más cuando un anarquista anda por medio, esperemos que las perspectivas de lograr un resarcimiento cabal no pasen de largo y podamos contarlo como otra victoria a la patronal y sus esbirros.